Las promesas incondicionales que Dios hizo a Abraham, confirmadas por Jesucristo, incluyen ambas gracia y raza: salvación espiritual y vida eterna por gracia a través de Jesucristo, y grandeza nacional y prosperidad a los descendientes de Abraham. Sus descendientes la progenie de Jacob (Israel), en estos últimos días han venido a ser grandes naciones. Dios le prometió a David que su trono va a existir siempre y que Cristo lo va a ocupar ese mismo trono cuando vuelva. Si este trono debe existir continuamente en la tierra, el único trono existente que se aproxima en medio de las naciones modernas reside en Gran Bretaña. Las doce familias del Israel antiguo están aun hoy esparcidas en noroeste de Europa, el estado de Israel, y las naciones de lengua inglesa de América y la Mancomunidad Británica.

Históricamente, José y Judá han sido las tribus dominantes. Aunque el conocer la identidad de Israel no es necesario para la salvación, de todas maneras esto provee una más clara comprensión de las profecías bíblicas. Esto en ninguna manera implica superioridad racial, pero al contrario, impone una responsabilidad mayor.

Génesis 12:1-3; 13:14-16; 17:2-8; 24:60; 25:29-34; 26:2-5, 24; Romanos 4:13; Génesis 27:27-29; 35:9-13, 23-26; 48:1-22; 49:1-33; Deuteronomio 33:1-29; II Reyes 17:18-24; II Samuel 7:8-16; Salmos 89:19-37; Jeremías 33:14-26; I Crónicas 5:2; Deuteronomio 7:6-11; Lucas 12:48; Romanos 11:1-29.